Vida fraterna
« Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios. »
— 1 Juan 4
Los hermanos viven en comunidad, en una vida de comunión fraterna que les permite a la vez crecer en su vocación personal y, juntos, ser fuente de una pequeña familia de la Iglesia que sea el signo vivo de la presencia de Cristo en medio de ellos. Es así que la oración silenciosa y el trabajo de búsqueda de verdad se viven en común, en la fidelidad y la ayuda mutua y fraterna.
Ordinariamente, viven en pequeñas fraternidades, dentro de conventos, asumiendo algunos elementos de la vida monástica, como el hábito religioso. Este es signo de su consagración y testimonio de la presencia de Cristo. Un hermano se integra a la comunidad mediante la profesión de los votos.
Los hermanos realizan trabajos manuales, servicios y tareas para el bien de la casa o de la comunidad (limpieza, cocina, cantos, etc.), y también para el bien de sus misiones, en función de los lugares donde están. Algunos hermanos se especializan en artesanías en función de los talentos que han recibido de Dios (carpintería, huerto, panadería, licores, cervecería, etc.). El canto sacro tiene también un lugar importante en su manera de dar testimonio de Dios, por medio del arte, en la liturgia.
Les gusta compartir su vida de oración, de búsqueda de la verdad y de misión con aquellos que lo deseen y que se acerquen, para reponer fuerzas al amparo de sus comunidades. Así, el Espíritu Santo les envía a vivir el mandamiento del amor dado por Cristo y a dar testimonio de Él.
“Los religiosos, como miembros de Cristo, han de prevenirse en el trato fraterno con muestras de mutuo respeto. Por la caridad sabemos que hemos sido traspasados de la muerte a la vida. En fin, la unidad de los hermanos manifiesta el advenimiento de Cristo y de ella dimana una gran fuerza apostólica.”
— Concilio Vaticano II, Perfectae caritatis, §15